sábado, 2 de junio de 2007

Relato: "La bodega de abajo"




Álvaro era un muchacho muy inquieto, que a sus trece años se le quedaba su mundo pequeño. A pesar de que su padre le tenía prohibido bajar a la bodega, él no dudó en aventurarse guiado por sus inquietudes de adolescente y un día que su padre viajó fuera de la ciudad por motivos de negocios, Álvaro corrió hacía la bodega. Sentía una sensación muy extraña, sin parangón con otra anterior, de medio hesitación y nerviosismo. Un leve cosquilleo recorrían sus piernas haciéndolas temblar a medida que se aproximaba al portón metálico que facilitaba o permitía la entrada a la bodega. Álvaro tenía muy presente en su mente las palabras de su padre, como si de una grabación se tratase, no paraba de repetirle: "prohibido bajar a la bodega Álvaro". Pero quizás para un niño de trece años, la fruta prohibida es siempre la más deseada, de eso no cabría duda alguna. Y allí abajo estaba él con pasos pausados caminando por el pasillo que le llevaría a su ansiado trofeo. De su bolsillo sacó una nota con cuatro dígitos, que un día mientras conversaba con su padre, logró retener en su mente para anotarlo rápidamente. Era el código clave que abría la puerta y le conduciría directamente a la bodega. Tecleó uno a uno los números, primero el 5, seguidamente el 9, luego el 3 y finalmente el número 1. La compuerta metálica se abrió, no se lo podía creer, estaba dentro. La felicidad inundó su cuerpo. Allí abajo era como si se hubiese parado el tiempo y se podía casi palpar la sensación de paz. En una de las paredes había una colección de relojes antiguos de arena colocados en estantes. El momento de felicidad invitaba a beber vino, así que Álvaro ensimismado sacó una botella de vino, cuya superficie estaba añeja. De pronto oyó un ruido en la parte de arriba y del susto se le resbaló la botella de las manos llenándose todo el suelo de vino tinto derramado y cristales. Miró al suelo con ojos de disgusto y para su sorpresa se percató de que sobre la superficie de la agrietada losa había una llave. Esto le hizo soñar e imaginar con la posibilidad de a donde le conduciría. Ignorando el ruido de arriba, Álvaro siguió aprovechando la coyuntura.Sobre los bajos de sus pantalones se dibujaban pequeñas gotas de vino tinto, pero eso a él no le importaba ahora, porque su cometido era encontrar la misteriosa puerta, hasta ahora desconocida para Álvaro. Recordando los video-juegos, Álvaro recorrió uno a uno, los cuatro pasillos de la bodega, en busca de pistas concernientes a la posible cerradura. Y al final, lo que parecía un adorno en la pared con forma de cruz dorada, era la cerradura donde encajaba perfectamente la llave.

Giró la llave y al abrir el pequeño habitáculo, no puedo evitar que se les escapasen unas carcajadas al leer una nota donde se leía:

" Más sabe el demonio por viejo que por diablo"

"Enhorabuena hijo mío, ya has dado con lo que tanto buscabas. Es que no dejas nada quieto".

Y frente a él para su asombro tenía ante sí una vasija que contenía las cenizas de su madre.

F I N

T H E- E N D

Autor:Carlos Díaz

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