viernes, 11 de julio de 2008

Ángeles efímeros



A veces los momentos más dulces se suceden rápidamente sin que nos de demasiado tiempo a darnos cuenta, pero de un cúmulo de estos instantes que duran segundos está compuesta la vida. No me gusta cuando me lanzan un beso al aire, porque me los pierdo, al contrario que los que me da mi sobrino en medio de toda la cara, dejándome el rostro "chupeteado" o mojado. Me hace gracia cuando percibo un gesto de complicidad pasajero y divertido, como cuando me enseñan la lengua, refiriéndome a las féminas. Me quedo siempre tentado a quedarme un rato a contemplar a los bebés cuando duermen, parecen tan desprotegidos, pero a la vez tan felices, que siempre es bueno aprender mirando. No me gusta el vaivén de un columpio solitario en el parque, en cambio no me agobia un parque infantil abarrotado de niños jugueteando. Me da mucha vida la brisa del mar rozando mis mejillas y caminar descalzo por la orilla, mientras el agua acaricia mis pies desnudos. Al igual que me relaja el sonido del agua al caer en las fuentes y plazas. Cuando estoy dentro del mar, la lluvia es despreocupada, porque no puede mojarme. Cuando las hojas de los árboles se dejan caer fuera del otoño, las observo más atento, porque buscan su sitio como queriendo llamar la atención. Me gusta acariciar el musgo y el olor a tierra mojada como caladas de aire puro en consonancia o sintonía con la naturaleza. Dormitando al aire libre espero de nuevo a mis ángeles efímeros.
By Carlos Díaz

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