Fue un fin de semana de infarto, pedí permiso en el trabajo y me fui ese viernes desde Málaga a Burgos, que son aproximádamente unos 832 kilómetros y tanto el viernes como el domingo, me los pasé viajando y regresé a casa muy tarde, pero el largo viaje mereció la pena. Cuando llegué mi sobrinito tenía 3 días y por lo menos a mí me pareció el bebé más guapo del mundo. Es muy curioso que se pueda querer tanto a una persona tan pequeña y la despedia fue muy dura, porque ya no lo volvería a tener entre mis brazos hasta aquel mes de junio, pero mientras tanto comtemplaba las fotos que me iban enviando y mantenía en mi memoria el olor a nenuco (entre otras muchas cosas) y tambié iba aprendiendo a cantar “nanas”.
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