lunes, 19 de septiembre de 2011

Relato la sombra del ángel



Este relato lo he escrito con la ayuda de otros blogueros, gracias a Jesús, María, Ali Mar y Ricardo León.

Relato: La sombra del ángel

Sentada en la mesa de una cafetería junto a la ventana contemplando la lluvia, esperaba Naira Ortiz a que llegara su desconocido, era la primera vez que quedaba con un desconocido en plan “cita a ciegas” y el día elegido no era el más indicado. Sobre la mesa dejó su móvil por lo que pudiera ocurrir. Era una cita a ciegas aunque hacia años que se conocían, ambos tenían un blog en el Diario Qué!. Por fin, habían decidido conocerse personalmente aprovechando que acababan de inagurar el AVE de Málaga a Barcelona, Manel iba a Málaga a conocerla.

Mirando como las gotas de lluvia resbalaban por el cristal, Naira se sintió invadida de recuerdos, de otras citas en tardes de lluvia, con el corazón trepidando de anticipación, hoy sin embargo, después de tantas experiencias que le habían dejado un recuerdo amargo y su corazón escéptico, Ortiz se preguntaba qué estaba haciendo allí y si Manel era el tipo interesante que había conocido en el blog, o si por el contrario era otro lunático escondido en el anonimato de internet.

Tardaba, ¿o era ella qué había llegado demasiado pronto?– se preguntaba Naira, puesto que solía pecar de la impuntualidad de llegar antes de la hora prevista, para así hacer suyo el espacio y dominar con ello el encuentro controlándolo todo. Esta vez se había adelantado al menos una hora, je,je,je. Pidió un café y cada vez que la puerta de la cafetería se abría dejando entrar el sonido incesante y húmedo de la lluvia, su corazón se le alojaba en la garganta. Nunca antes había estado en esta cafetería, era agradable, una barra de madera partía en dos la entrada al establecimiento. Los espejos de las paredes le devolvían su mirada que pretendía indiferente. Al fondo la cafetería se abría como un embudo y desde donde ella estaba dominaba la entrada del local y al mismo tiempo se guarecía de las miradas curiosas, porque aún hoy día, hay hombres que no entienden que una mujer pueda estar sola en una bar–pensaba Naira repugnada.

Mientras tanto, Manel fumaba con avidez, nervioso por la cita a ciegas y a una manzana de la cafetería. Ya casi era la hora del encuentro dudando de cómo sería Naira.

La camarera trajo el café y un sobre de color ocre. Naira estaba ensimismada mirando por la ventana viendo a la gente corriendo con prisa de un lado a otro, la mayoría con la intención de resguardarse de la intensa lluvia que caía sobre la ciudad. La camarera la trajo de vuelta al romper el silencio:

–Me dieron esto para usted, señorita.–dijo con indiferencia la camarera.

–Gracias.–le contestó Naira.

Lo tomó entre sus manos y echó un rápido vistazo a su alrededor antes de darle la vuelta y abrirlo. Le temblaban tanto las manos que apenas podía abrir el sobre, comenzó a leer la carta con ansiedad, buscando una palabra en concreto y ahí estaba, apenas podía creérselo, la carta estaba escrita a mano y aunque ella era tan sólo una niña cuando perdió a su madre, conocía bien su letra de tanto leer sus cartas, buscando indicios de un mayor apego. No era posible lo que tenía ante sus ojos, el pulso comenzaba a acelerarse cada vez más y las manos le temblaban al compás, como siguiendo el ritmo del nerviosismo mezcla de incredulidad. No lo podía creer, pero en cambio Naira estaba casi segura, la letra de aquella carta era la misma que la de su madre. Suspiró y comenzó a leer la escueta nota:

<<” Querida Naira, apresúrate y ve ahora mismo al portal de enfrente junto a la tienda de jabones.>>.

Sin mediar palabra Naira cogió su paraguas y el móvil y dirigiéndose a la barra pagó el café y cruzó la calle muy pensativa buscando con la mirada el portal, como quien espera una explicación.

De repente se escuchó un gran estruendo en toda la manzana, se giró hacia el bar de la esquina donde justo un instante antes había estado esperando sentada a su cita y no se lo podía creer, un Peugeöt 206 se había empotrado dentro de la cafetería destrozando la parte de la fachada exterior y hasta la mesa donde ella había estado sentada. El corazón se le iba a salir del pecho, en una aceleración ascendente de hasta por lo menos 200 latidos por minutos por el yugo de la causalidad.

Naira no se lo podía creer, había salvado la vida gracias a la nota misteriosa de la que estaba segura era su ángel de la guarda, o la ayuda de su madre que siempre había sentido cercana. En la puerta de la cafetería entre tanto barullo reconoció a Manel el chico de su cita a ciegas, que estaba prácticamente igual que en la foto que tenía puesta en su blog. Naira gritó su nombre y cuando Manel se acercó, sin dudarlo lo rodeó con sus brazos y lo abrazó, estaba muy nerviosa por todo lo ocurrido y necesitaba un abrazo y además Manel era rubio, alto y muy atractivo. Naira compartió su experiencia con él y fueron a dar un paseo romántico bajo la lluvia, como si el tiempo fuese su aliado esa misma tarde, lo cierto es que lo pasaron bien y eso que Naira no creía en las citas a ciegas, pero nunca pudo dar una explicación certera de la carta del ángel.

- Fin -

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