martes, 27 de octubre de 2009

Mi sobrino en el Tivoli



Hacía un millón de años que no iba al Tivoli World, y el otro día estuve con mi cuñada y mis sobrinos y me llamó mucho la atención cuando mi sobrino se subió en este coche, porque tiene 3 años y 7 meses y ya apunta maneras como conductor, je,je,je.

La verdad es que se echa de menos en el Tivoli cosas que había cuando yo era pequeño y que ahora no existen en el recinto, como una sala donde podías ver una película de una montaña rusa y el suelo de la sala se movía al mismo tiempo que el vagón de la montaña rusa y te daba mucha sensación de realidad, porque también el cine era a lo largo de una pared redonda o cúpula. Había también un sitio donde buscabas pepitas de oro, moviendo unos platos con una especie de coladores entre el agua y la arena y mis padres encontraron una pepita dorada que me regalaron y me fui del Tivoli más contento que nadie, je,je,je.

Sigue el pasaje del terror, donde el verdadero terror es pagar los 12 euros que cuesta entrar, je,je,je, y eso que en octubre no hay que pagar la entrada al Tivoli, únicamente el bono para los cacharritos que cuesta 10 euros, no es caro para lo grande que es el recinto.

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