sábado, 2 de junio de 2007

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Lentamente la bañera se iba llenando y de repente sonó el agudo timbre del teléfono en la habitación de arriba. María se levantó e inmediátamente se colocó el albornoz y subió la escalera de caracol, saltando los peldaños de madera de dos en dos, pero cuando llegó a su cuarto el teléfono cesó de sonar. Había sido un día muy duro para María después de aquella desagradable noticia. En la calle llovia sobre mojado y María escuchaba la lluvía golpeando con violencia contra su ventana mientras ella estaba tumbada en su cama e imaginando que todo lo sucedido ese día hubiera sido un sueño, que al despertar todo volviese a la normalidad. Eran las cinco de la mañana y nuestra protagonista no podía dormir y aprovechando que había escampado salió a pasear por la playa que rodeaba a su casa. Buscando un lugar para sentarse y no mancharse, se percató de que algo brillaba en el suelo, lo cogió y para su sorpresa, era un reloj de oro de bolsillo unido a una cadena muy larga. Al tirar María del reloj, algo le impedía quedarse con el valioso objeto y en ese instante empezaron a temblarle las piernas al pecatarse que el reloj estaba sujeto al cuello de una persona, por los indicios que se apreciaban ahora que la arena de la playa había sido violentamente removida por ella. Allí en la arena había un hombre tumbado con una chaqueta de cuero marrón oscuro y el rejoj de oro sujeto al cuello por la cadena y llamaba la atención su larga melena canosa muy bien cuidada. María se quedó paralizada por el miedo y permaneció quieta como una estatua, recordando que una vez más había desobedecido a sus padres que unas horas antes la había llamado para advertirle que por ningún concepto saliera de casa, que un preso muy peligroso se había fugado de la cárcel ese mismo día. María entre sollozos se preguntaba que por qué siempre se metía en tantos lios y que su comportanmiento desobediente, sobre todo con sus padres y su hermano Alex, la había llevado a estar sola, porque su castigo consistía en no poder acompañar a su familia ese fin de semana de viaje a Alicante.

El reloj era precioso y parecía muy antiguo, lo secó con el jersey que llevaba y justo cuando lo estaba observando embelesada sin querer accionó un pequeño botón que había a un lado, el reloj abrió la tapa frontal y María pudo apreciar una esfera blanca, blanquísima con unos número romanos hechos con incrustaciones de pequeños diamantes, sorprendentemente el reloj funcionaba a la perfección pero marcaba otra hora, las 13:50. María seguía con el reloj en las manos y su mente muy lejos de la realidad cuando de pronto se fijó que al otro lado de la tapa había una inscripción, la inscripción decía:" Thempus Fugit, que significaba recordando sus clases de latín: "el tiempo es de quién lo encuentre" y de repente una mano con guante de cuero negro la agarró fuértemente por la muñeca. En un nanosegundo María se incorporó del gran sobresalto y se le pasó por su mente huir todo lo más aprisa posible y sin mirar atrás, pero reaccionó girando la cabeza hacia el hombre que parecía pedir ayuda. María se agachó, ya más calmada intentando socorrer al hombre al darse cuenta de su delicada situación. Entonces María entró de nuevo a la casa para llamar a una ambulancia que en menos de diez minutos ya estaban allí para trasladar al individuo al hospital más cercano.

A la mañana siguiente María fue al hospital a visitar a su desconocido asistido la noche antes por ella, encontrándolo muy mejorado, hasta tal punto, que estaba en una cama despierto y podía hablar. María se acercó y él le devolvió una sonrisa, al mismo tiempo que le dijo: "me llamo Jaime, gracias. Ya los médicos me han contado lo ocurrido".

Jaime le explicó a María que la noche anterior había sufrido un infarto perdiendo el conocimiento a escasos metros de su casa y debido a las inclemencias del tiempo había quedado semi-enterrado en la arena, impidiendo con ello que nadie se percatara de su grave situación allí y que si no llega a ser por ella, ahora no podría estar pronunciando estas palabras. Y en ese mismo momento cogió su mano y le entregó el reloj de oro, diciendo: "gracias por salvarme la vida".

Los padres de María se dieron cuenta que a pesar de que María los había vuelto a desobedecer saliendo de casa sin su permiso, había tenido un comportamiento extraorninario y ellos aprendieron algo de cara al futuro de toda esta historia y es que a veces las cosas no salen como las planeamos, que a veces el resultado es mejor de lo deseado.

FIN

THE- END

Autor: Carlos Díaz

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